Cómo aplicar la Empatía en la Familia
Una de las razones por las que los adultos estamos tan desconectados de nosotros mismos tiene mucho que ver con la falta de Empatía.
¿En qué sentido? Pues en muchos, la verdad.
Nos faltó recibir muchísima empatía en nuestra infancia.
Quizás me estás leyendo y eres de aquellas excepciones que cuando se caían validaban el dolor, la vergüenza o lo que fuera que sintieras de niña cuando te tropezabas.
O puede que tuvieses la suerte de tener unos padres con grandes habilidades emocionales que entendían que cuando llorabas, era porque realmente lo necesitabas.
Pero la triste realidad es que la empatía familiar ha brillado por su ausencia en la infancia de muchas de nosotras. Nos hemos criado escuchando frases y comentarios de nuestros adultos de referencia que ponían de manifiesto la poca comprensión que existía hacia la infancia y la poca inteligencia emocional que habían podido desarrollar.
Comentarios de papá, mamá, abuelos, profesores, vecinos, tíos…
- “venga levanta del suelo que no ha sido nada”
- “pero no llores hombre, que te pones muy fea”
- “llorar es de bebés”
- “uy, mira que enfadica, pero si no te ha hecho nada”
- “vamos, déjale la bici a la nena que es más pequeña que tú”
- “pues si te pega ese niño de clase, pégale tú”
- “bueno, relájate, no hace falta reírse tan fuerte”
- “madre mía hijo, cuando tengas que pagar facturas caerás en una depresión… Eso no es un problema”
- “buah!, vaya tontería, ¿y por eso estás triste?
Y así podría seguir con una larga lista de perlas que hemos podido escuchar en nuestras familias o en nuestros entornos, donde la empatía emocional estaba en números rojos.
Pero… ¿Qué es la Empatía?, ¿cómo aplicamos la empatía en nuestra familia?, ¿qué podemos hacer para trabajar la empatía familiar en nuestros niños?
En primer lugar, es necesario que revisemos el concepto que tenemos de empatía. Es frecuente que ante la pregunta ¿qué es la empatía emocional?, respondamos: “ponerse en el lugar del otro” ¿Verdad?
Sería una definición típica con la que queremos transmitir esa comprensión, esa habilidad emocional de ponernos en el lugar de otra persona.
Sin embargo, esta definición no es del todo correcta, o al menos está incompleta.
Cuando me pongo en el lugar del otro, sigo siendo yo. Si queremos trabajar la empatía, solemos hacer ese ejercicio:
- Si yo fuera él/ella…
- Cuando me pongo en sus zapatos, yo siento…
Pero si nos paramos a analizar este ejercicio, a mí me falta cierta COMPRENSIÓN.
Es decir, ¿con qué mochila te pones en su lugar?, ¿con la suya o con la tuya?, ¿con qué valores?, ¿con qué vivencias?
La empatía es reconocer al otro en todo su ser, sin ningún tipo de juicio.
Respetar toda su circunstancia a pesar de que yo, en su lugar, hiciera o dijera otra cosa. Porque yo en su lugar, no soy el otro.
No se si me explico…
Si quieres crear dinámicas para trabajar la empatía con niños, este pequeño matiz es imprescindible.
No se trata de ponerte tú en el lugar del otro para comprenderlo.
Se trata de hacer un ejercicio de comprensión real por su situación, por sus circunstancias, por cómo es esa otra persona, por lo que pudo vivir. Comprender sus fortalezas, sus debilidades, sus preferencias. La mochila que carga cada persona determina en gran medida cómo actúa, cómo se desarrolla, cómo gestiona un conflicto…
Por lo tanto, la inteligencia emocional tiene mucho que ver con la empatía. Esta empatía emocional de la que te hablo.
Y esa empatía es la madre de todas las Conexiones. La Crianza Conectada tiene su base en esta forma de conocer, comprender y respetar al otro.
Sin crítica, sin juicio, sin interpretaciones. Sin “pues yo lo que haría es…”
Si nos quedamos en la superficie, corremos el riesgo de ser irrespetuosos con la emocionalidad de los que nos rodean en lugar de ser empáticos.
Imagina una persona en la que nunca han confiado sus adultos de referencia, que le reprochaban de niña todos sus errores, que nunca tuvo apoyo para tomar una decisión. Ahora es una amiga tuya y está pensando en separarse de su pareja.
Si tú eres una mujer decidida, segura de ti misma, acostumbrada a tomar decisiones importantes, es muy probable que sientas el impulso de “ayudar” a tu amiga tratando de empoderarla:
- “Tú vales mucho”
- “No tienes por qué aguantar eso”
- “No le des tantas vueltas, déjale y punto”
- “Mira yo, dejé a mi marido y no me tembló el pulso…”
¿Qué estamos haciendo en esta situación? ¿Estamos siendo empáticas con nuestra amiga?
La verdad es que no. Con la mejor de nuestras intenciones, nos hemos puesto en su lugar, pero se nos ha olvidado quitarnos nuestra mochila y nuestro disfraz.
Practicar la empatía en este ejemplo que te acabo de poner va más de reconocer a tu amiga y su infancia, o ver y comprender su inseguridad. Y que desde ese lugar, las decisiones no se toman con facilidad.
La empatía emocional en este caso pasa por validar sus miedos, sus vaivenes en la toma de decisión. Por tender una mano siempre que necesite hablar. Por respetar su ritmo en dar uno u otro paso. Por practicar una escucha activa de verdad.
A menudo, sin darnos cuenta, escuchamos a los demás para responderles. La empatía requiere de escucha activa para comprender. Es posible que nuestra amiga sienta más apoyo con una mirada o un abrazo que con toda nuestra batería de frases empoderadoras.
¿Y qué ocurre con los niños y niñas que tenemos en nuestras vidas? ¿Qué pasa con la empatía con nuestros hijos o alumnos? Exactamente lo mismo.
A menudo nos ponemos a realizar actividades para desarrollar la empatía en niños sin tener en cuenta que nosotros no lo somos con ellos.
Las habilidades emocionales no se enseñan. Se viven, se sienten.
Así que si estás notando que tu hijo o hija no está siendo empático con los demás, si te han comentado en la última tutoría que tu hijo no tiene en cuenta las emociones de los otros, o simplemente quieres hacer algunos ejercicios para desarrollar esta habilidad empática en tus niños, necesitamos revisar:
- Nuestro propio concepto de empatía emocional: tener claro en qué consiste dar empatía a los demás es imprescindible. Si con todo lo anterior has sentido que quizás estabas en esa definición de “ponerme en sus zapatos”, toca integrar este nuevo concepto que te he comentado.
- La autoempatía: seguro que alguna vez has escuchado o has leído que no se puede dar al otro lo que uno no tiene, o lo que uno no es. Con la empatía ocurre lo mismo. Si eres una persona dura contigo misma, si no te tratas bien, no eres comprensiva cuando te equivocas… si te cuesta hablarte bonito, ser flexible, bajar tu autoexigencia… es muy muy difícil que puedas ser capaz de crear dinámicas para trabajar la empatía a tu alrededor.
- Nuestra habilidad real para dar empatía, nuestra propia inteligencia emocional: ¿qué sueles hacer cuando alguien acude a ti? ¿cómo sueles responder? ¿tiendes a querer evitar el dolor del otro? ¿te incomoda sostener su tristeza, su rabia, su enfado? Si sentimos que tratamos de dar soluciones para que el otro cambie su estado emocional, no estamos dando empatía, estamos actuando de “salvadores”, “solucionadores”.
Una vez que hemos revisado estos tres aspectos, estamos en condiciones de ejercitar con nuestros hijos esa habilidad. Ahora bien, tengamos en cuenta que no se trata tanto de explicar, de corregir o de enseñar.
La empatía se vive, se transmite.
Es un valor fundamental. Es como el respeto o la responsabilidad. No podemos pretender que nuestros hijos desarrollen el sentido de la responsabilidad explicándoles lo que es, increpándoles cuando no lo son, etc.
La conexión es lo primero. Desde la conexión será como podamos transmitir estos valores de Empatía Emocional y Familiar.
Así que te invito a poner el foco en ejercitar la empatía que le ofreces a tu hijo, esa es la mejor actividad que puedes desarrollar con ellos. Esa es la mejor manera de que lo integren y de que así, incrementen su propia inteligencia emocional.
Si además quieres hacer ejercicios para trabajar la empatía más concretos, te propongo:
- Juegos competitivos en los que uno gana y otro pierde, para tener la oportunidad de trabajar cómo puede sentirse el otro perdiendo.
- Juegos con cambio de roll, para que puedan sentir al otro en ese lugar (profe – alumno, mamá – hijo, médico – paciente, hermano mayor – hermano pequeño…).
- Tarjetas (que puedes fabricar tú misma) con preguntas o premisas del tipo:
- Cuando me peleo con una amiguita me siento…
- Cuando veo una araña siento…
- Cuando mamá me abraza siento…
- Cuando veo a un bebé llorar siento…
Esto abrirá espacios en los que podréis compartir emociones y hablar de la verdadera empatía.
Y en definitiva, cualquier juego, dinámica o conversación en la que podáis compartir emociones, sentimientos, necesidades, haciendo hincapié en que cada uno de nosotros somos distintos, sentimos distinto y tenemos necesidades distintas, y la clave está en comprender al otro en esa circunstancia, con sus propias emociones, sentimientos y necesidades. Las cuales, obviamente, pueden ser bien diferentes de las mías.
Ojalá te haya ayudado esta reflexión y puedas mirar a la empatía con otros ojos. La conexión con nuestros hijos necesita de mucha empatía emocional.
Y si necesitas profundizar un poco más, no dudes en escribirme.
Gracias siempre por dedicarme un ratito de tu tiempo.
OJALÁ SUME.
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